Existen varias clases de Omega 3, como el acido alfa linolénico (ALA), predominante en alimentos de origen vegetal o el acido eicosapentanoico (EPA) y docosahexanoico (DHA). Este ultimo, es un componente indispensable de las membranas celulares de nuestro organismo, para su correcto funcionamiento, sobre todo para el cerebro y la retina.
También, los ácidos grasos Omega 3 reducen el colesterol malo o LDL, y tienen un efecto antiinflamatorio, gracias a que son grasas poliinsaturadas.
Ya que el Omega 3 es un tipo de grasa que no lo produce el cuerpo humano, si queremos unos niveles adecuados, debemos recurrir a la alimentación, nutrición o suplementación para conseguirlo. Las recomendaciones actuales, sugieren un consumo entre el 0.1 y el 1% del aporte energético diario.
Entre sus propiedades, el Omega 3 destaca por sus efectos antiinflamatorios y autoinmunes. Esto, ayuda a reducir el riesgo de padecer cierto tipo de enfermedades, así como favorecer el tratamiento de aquellas con procesos inflamatorios como el cáncer, problemas cardiovasculares o frenar el propio envejecimiento.
El Omega 3, nos puede servir de ayuda también para algunas enfermedades, como la artritis reumatoidea, la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, o lupus. Además, puede ayudar a reducir el riesgo de padecer arterosclerosis, trombosis y problemas vasculares.
Los suplementos de Omega 3 durante el embarazo, mejoran el desarrollo neurológico del feto y de los bebes prematuros. Además, perfeccionan sus capacidades cognitivas, previene la depresión materna y reduce los casos de parto prematuro.
La dosis diaria recomendada de Omega 3, varia según la edad y otros factores.
Las personas adultas y adultos mayores, si no tienen una alimentación completa se recomienda la suplementación de Omega 3 para una correcta nutrición.
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